Alberto Fernández concluyó su mandato con la inflación más grave desde hace décadas, dejando una economía tambaleante. Entre diciembre de 2019 y diciembre de 2023, los precios acumularon un aumento del 1.147%, afectando el poder adquisitivo de los salarios. Este escenario, marcado por desequilibrios fiscales y una tasa de pobreza en aumento, plantea desafíos económicos significativos para el próximo gobierno.
La cuarta presidencia del kirchnerismo culmina con un récord lamentable en inflación, oficialmente la más severa desde la crisis que afectó al país al finalizar la gestión de Raúl Alfonsín. Más de tres décadas han transcurrido desde la última vez que se registró una tasa de inflación acumulada de cuatro dígitos al término de un mandato, y Alberto Fernández deja una economía completamente desequilibrada.
Según las estadísticas del INDEC, los precios minoristas aumentaron un 1.147% entre diciembre de 2019 y diciembre de 2023. No obstante, esta cifra representa solo la variación promedio de los precios, ya que muchos rubros experimentaron incrementos aún mayores, como alimentos (1.363%), restaurantes y hoteles (1.402%), e indumentaria (1.467%), entre otros sectores.
Por supuesto, el aumento de los salarios no logró compensar la escalada inflacionaria. Incluso considerando los ingresos estrictamente registrados (sin incluir a los empleados informales), el índice RIPTE del INDEC apenas alcanzó un 801% desde diciembre de 2019, perdiendo frente a la evolución de casi todas las categorías del IPC. En otras palabras, el poder adquisitivo de los salarios se desvaneció a lo largo de los cuatro años del kirchnerismo. No hubo negociación salarial, paritaria ni ajuste automático que pudiera contener el aumento de los precios, y este fenómeno se intensificó aún más durante los meses de la gestión de Sergio Massa como responsable del Ministerio de Economía.
Su gestión no solo contribuyó a más que duplicar la tasa de inflación interanual, sino que también desencadenó desequilibrios fiscales y monetarios que son prácticamente responsables de la inflación actual, un mes después del final del gobierno anterior.
Argentina cerró el año 2023 con la tasa de inflación más elevada del mundo, oficialmente superando a la Venezuela chavista y países como Líbano, Zimbabue o Turquía. Los precios aumentaron un 25% solo en diciembre, y la variación interanual de los últimos 12 meses superó el 211%.
El deterioro del salario real y el aumento relativo del costo de la canasta básica de alimentos condujo a un drástico incremento en la tasa de pobreza. Al asumir Fernández, cerca del 35% de los argentinos se encontraban por debajo de la línea de pobreza, y para diciembre de 2023 se estima que esta cifra rondará el 43%, aumentando en 8 puntos porcentuales en 4 años.
Con una medición comparable, la tasa de pobreza de Argentina alcanzó el 45% durante el segundo semestre de 2001, según estimaciones de CEDLAS, dejando una realidad social muy similar a la que existía en esa época, nuevamente en el contexto de una aguda crisis económica.
La tasa de desocupación se mantiene en niveles relativamente bajos y se convierte en el único indicador que “sobrevive” a la crisis. Sin embargo, esto se debe al brutal deterioro de las condiciones del mercado laboral, con un histórico colapso del salario real y una flexibilización “de facto” a través del empleo independiente.